Videoconferencias, ¿nos agotan psicológicamente?

La llegada del COVID-19 y el aislamiento social ha obligado a las empresas a forzar el teletrabajo para evitar el cese de la actividad. Este nuevo formato ha implicado que los trabajadores adapten en sus domicilios un nuevo espacio de trabajo que tiene que ser compartido con el resto de la familia. Y la tecnología ha hecho posible la celebración de reuniones mediante videoconferencia, obteniendo unos resultados, a priori, semejantes a los derivados de un encuentro cara a cara. Analizaremos si esto es así realmente, ya que algunos expertos están advirtiendo que uso de herramientas para mantener videoconferencias elevan los niveles de estrés de los participantes. 

Las complicaciones de la ausencia de la comunicación no verbal

El cuerpo humano descifra a las reuniones mantenidas con cámara de video de una forma completamente distinta a las reuniones personales. Las claves de comunicación se pierden en una videoconferencia, como el tono de voz, parte de las expresiones faciales y los gestos físicos. Al no ser tan evidentes en una videoconferencia, el participante se ve obligado a prestar más atención y en la conclusión, en especial si la reunión cuenta con muchos participantes, puede resultar agotadora.

El lenguaje no verbal es el primer ingrediente de la comunicación oral. Equivale a más de dos tercios de lo que se quiere compartir: le da la interpretación y el sentido. En una reunión mantenida por videoconferencia se ve muy limitado, y por otro lado, tenemos dos dimensiones en lugar de tres; y porque estamos sentados y quietos, y el control del espacio es muy importante. La ausencia de esta tercera dimensión es la que desencadenaría un sobreesfuerzo psicológico.

Cuando uno de los componentes de la comunicación está ausente o limitado -como sucede en las videoconferencias-, emisor y receptor se ven obligados a invertir mayor atención y más esfuerzo para expresarse y comprenderse correctamente. Este desgaste se agudiza si hay más personas implicadas en la videoconferencia.

Silencios incómodos y la fatiga psicológica de la cuarentena

El aislamiento social y el cambio del entorno para quien teletrabaja producen apatía. La obligación de estar recluidos en casa propicia un estado de profunda distracción en el que nos encontramos todos en esta pandemia. Esta situación hace que en medio de una videoconferencia y en los respectivos domicilios los asistentes tiendan a despistarse consultando el móvil o redes sociales. Al final, captamos menos porque estamos distraídos.

Otra circunstancia que tensiona inevitablemente las videoconferencias son los silencios: en un encuentro cara a cara, estos se gestionan de forma natural y sin que haya que forzar nada; no sucede lo mismo con las reuniones con una cámara delante, en la que solo se ve el rostro de los participantes. Las intervenciones no fluyen de forma natural salvo que haya un moderador que ceda la palabra; lo habitual es pisarse unos a otros, o por el contrario, llenar de incómodos silencios los turnos.

Las videoconferencias han llegado para quedarse

La inesperada irrupción de las herramientas para las reuniones mediante vídeo no parece que vaya a ser algo pasajero. Para llevar un buen uso de las herramientas se sugiere una buena planificación antes de convocar una videoconferencia, antes de agendar una reunión, considerar si vale la pena el tiempo que vas a invertir: un email rápido, un mensaje por chat o una llamada de 30 segundos pueden ser suficientes para comunicar el mensaje y no es tan exigente como una reunión con videollamada.

Otra recomendación es ser estrictos en el uso de las ubicaciones: al conectar con amigos o familia en la cocina, en vez de en el escritorio donde trabajas, se crea una atmósfera más relajada y evita la sensación de que estás en otra llamada de trabajo.

Fuentes: entrevista a Gianpiero Petriglieri, profesor de INSEAD; Marissa Shuffler, profesora de la Universidad Clemson;  Yago de la Cierva, profesor de Dirección de Personas en las Organizaciones del IESE; Ignacia Arruabarrena, Profesora Agregada del Departamento de Psicología Social de la Universidad del País Vasco; Derek Pando, responsable de Marketing de Zoom.